Repasando el manual de la Técnica del Arca (que después de aprender Tameana se redespertó en mí, igual que los Registros Akáshicos) encontré un párrafo sobre la responsabilidad espiritual en lo social que me resultó fascinante. Patricia, una de las creadoras de la técnica, cuenta:
“Ese día me crucé con uno de ellos -un niño pidiendo dinero con un cachorrito en sus brazos-, que lloraba a metros de mi consultorio, ante la total indiferencia de los centenares de personas que pasaban frente a él (era el mediodía). Las imágenes sumadas del chico abandonado y el perrito fueron demasiado para mí y estallé en un enojo interno: “¿Dios, cómo podés permitir algo así?”, pregunté con una fuerte carga de desconsuelo y enojo.
De pronto, fue como si el tiempo se detuviese para todos menos para mí.
El mundo estaba quieto y silencioso, como una película en “pausa” y una voz clarísima pero sin palabras y llena de autoridad y amor sonó en mi cerebro.
Me dijo algo como: “El Ser Humano tiene el Don del (libre) albedrío. Por lo tanto, no estoy en condiciones de intervenir. Esa escena del niño y el perro la presencian miles de personas por semana. En algunos casos, la ignoran.
Aunque muchos se enojan, sea porque consideran al chico una víctima o un timador, el resultado es que cada uno de ellos le cargó a esa alma una intención negativa (frustración, ira, desprecio, fastidio…) pero nadie, ni siquiera uno, me pidió que la ayudara. Y basta con que uno solo me convoque o pida la asistencia de un Ángel para que su situación comience a cambiar. No sólo no pasa eso sino que ese niño llevará el lastre de todas esas intenciones, las seguirá acumulando a lo largo de su vida y las pasará a la siguiente generación. Cuando apenas es necesario que alguien dé el primer paso para cortar esa cadena”.
Esta historia responde mucho con una simpleza absoluta: no somos superiores al otro por tener tiempo y seguridad para ocuparnos de nuestra espiritualidad, por tener dinero o trabajo. Todos vibramos, somos energía y nuestras intenciones crean tanto nuestro presente como el de los que nos rodean.
Responsabilidad espiritual.
Cada cual tiene su elemento para dar, el que sea, mirando al de al lado.
Tal vez algunes donan cosas o dinero, otres hacen trabajo voluntario, otres se suman a manifestar por sus derechos, otres lo hacen desde un lugar de sostén energético y amor… pero todes aportamos al colectivo desde nuestro lugar.
Es en vano juzgar al que aporta diferente sólo porque creo que mi aporte es el válido, verdadero, el más importante o real.
La pluralidad de granos de arena de acuerdo a cómo vibramos en la complejidad de nuestros elementos personales, hace del colectivo algo único, flexible. Nadie tiene un método o una verdad certera sobre cómo ser mejores para que el mundo retome su salud integral.
Lo hacemos paso a paso, a medida que vamos creciendo y aprendiendo, recordando nuestro propósito, que es nuestro camino.
Amor por el proceso. El cambio está cerca de llegar.