Tengo un sueño enorme, y es dejar los espacios que habito en el mundo un poco mejor de lo que estaban cuando llegué.
Pero se está haciendo difícil, muy cuesta arriba.
Este año es particularmente desafiante porque no sé adónde voy. Siempre tuve y sigo teniendo en claro mi norte, ese con el que conecto adentro, pero muchas veces estoy tan mental que no me soporto ni a mí misma, ni a todos mis miedos y mucho menos al cansancio que tengo por haber vivido tanto tiempo haciendo fuerza.
Y no quiero hacer más fuerza con nada.
No tengo ganas de hacer cosas que no disfruto.
No tengo ganas de seguir teniendo paciencia.
Intenté mil y una veces estrategias diferentes para que mi trabajo y mi contenido se difundan, pero el famoso y detestable algoritmo me obliga a ser quien no soy para tener un éxito que no me interesa, pero que en esta dimensión me ayudaría a seguir trabajando de lo que amo.
Pero es que ya no sé qué es lo que amo, ni hacia dónde quiero ir; ya no sé bien quién soy, a qué vine, qué me enciende, qué deseo. Porque siempre lo supe desde la mente pero cuando bajé a tierra me dí cuenta de que en realidad no sabía nada.
Ví que mi cuerpo estaba intentando de sostener a alguien que no soy.
Y me empecé a enfermar. Empecé a caer en depresiones de donde voy y vengo constantemente. Tengo días de optimismo a los que me aferro porque cuando llega el pesimismo no parece querer irse más.
Así que le empecé a hablar. Que qué quiere de mí, que porqué no me deja en paz, qué cuál es la maestría esta vez. Que para qué tanta paciencia si no veo resultados.
Pero se ve que la maestría es sobre mis propios miedos. Y es la mierda más enorme que jamás he atravesado.
No sé adónde me llevarán mi cuerpo, la vida, mi norte. Sólo sé que lo único que sigo sosteniendo es querer hacer de este mundo un lugar mejor y que tengo una tarea de servicio que vive mutando.
Todo esto es parte de estar desprogramándome, es desconocido y está bien. Será diferente mañana, sólo tengo que atravesar esta parte densa del proceso.
Y duele, hay desesperanza, demasiada quietud a veces. Por eso busco con hambre el movimiento, la transformación, mutar.
Porque morir a quien ya no soy es necesario.