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Quirón: la herida ilusoria

Símbolo: es la llave que abre a dimensiones galácticas.

Palabras claves: sanador, herida, búsqueda, astrología, alquimia, fitoterapia, medicina, centauro, arquero, puente. Se relaciona con heridas que se producen en la primera infancia y que no siempre son conscientes. Resiliencia.

Barbara Hand Clow lo relaciona con el signo de Virgo aunque también se lo relaciona a Sagitario. En este sentido se vincularía con las casas 6 y 9.

Según Alejandro Lodi, Quirón tiene su domicilio en Sagitario, exilio en Géminis, Exaltación en Virgo y caída en Piscis.

Ciclo: 51 años, órbita irregular.

La órbita de Quirón

Órbita de Quirón comparada con el resto de las órbitas del sistema solar.
Vista horizontal, se puede observar la órbita que oscila (sube y baja).

Años aproximados de tránsito por signos:

Aries: 8 años

Tauro: 7 años

Géminis: 5/6 años

Cáncer: 3 años

Leo: 2 años

Virgo: 2 años

Libra: 1 año

Escorpio: 2 años

Sagitario: 2 años

Capricornio: 3 años

Acuario: 5 años

Piscis: 7 años

A Quirón se lo conoce como “el sanador herido”. Pero es importante, antes de entrar en su mito y significado astrológico, saber que el centauro no se volvió sanador gracias a su herida, él ya era un sanador consagrado al momento de recibirla. Su nombre deriva de la palabra griega cheiron, que significa “mano”.

Quirón fue descubierto el 1 de noviembre de 1977 (es muy interesante que sea “escorpiano de Sol”…), y no es un planeta: es un asteroide que orbita entre Saturno y Urano, tendiendo un puente entre un planeta social y otro transpersonal. Sin embargo, Quirón parece implicarse en el desarrollo del ego en cuanto a la herida que representa pareciera necesitar ser sanada en lo personal -porque es una herida del alma-, y sin embargo no puede sanarse con el foco allí, porque es colectiva, y ancestral. Se siente injusta. Es por esto que tiene una dimensión personal y otra transpersonal o colectiva.

El recorrido de Quirón alrededor del Sol -del zodíaco- es de 51 años y es irregular, así que en algunos signos transita durante más tiempo que en otros. No pertenece al Sistema Solar, sino que fue atraído por la gravedad y se dice que en algún momento podría “irse”.

1977 es un año de dos importantes estrenos cinematográficos: la primera película de la saga Star Wars y “Encuentros cercanos del tercer tipo”. Si las vieron, pueden comenzar a hacerse una idea del significado de Quirón. Para la astrología china era el año de la serpiente, y la serpiente es el segundo nivel de consciencia del signo Escorpio. Y además, se realizó la primera conexión de lo que iba a ser internet más adelante. Había dictaduras en Uruguay, Chile y en Argentina.

En la década de los setenta también surgieron nuevas miradas holísticas en cuanto a terapias complementarias y psicológicas.

Cuando Quirón fue descubierto, transitaba el grado 3° de Tauro, en oposición a la conjunción Sol-Urano en Escorpio, indicando así que el cambio que se estaba dando en la sociedad era parte de un despertar de consciencia, de valores, abriéndonos los ojos a que la naturaleza no es un recurso, sino un bien que venimos a proteger y no a destruir.

Venus, como regente del tránsito de Quirón, se encontraba en su casa libriana junto a Plutón. No creo en las casualidades, porque para esa época ya había tomado relevancia el tema sexual y vincular -el amor libre de los 60’s y 70’s- y nos pedía profundizar en las relaciones, transformarlas, aprender a alejarnos de los vínculos nocivos pero integrando nuestra sombra.

El mito

Quirón es hijo de un dios, Saturno, y una ninfa. Tan patriarcal es su historia, que el nombre de la ninfa pasa desapercibido en una gran variedad de historias sobre el mito: Filira.

Cronos -Saturno- se enamoró de la ninfa pero no fue correspondido. El mito cuenta que la acosó bastante (con otras palabras, claro) y ella, para que no la encontrara, se transformó en yegua. Saturno se dió cuenta del pretendido engaño y tomando forma de caballo, abusó de ella. Al ser un acto forzado, ya podemos empezar a comprender un poco del dolor de Quirón.

De ese acto, se gesta Quirón. Cuando la ninfa lo pare, ve que era mitad humano y mitad caballo, lo cual le resulta horroroso, y lo rechaza. Ahí ya reconocemos otra gran herida del centauro. Sin duda representa, astrológicamente, a una herida que se produce y/o con la que conectamos con el colectivo en los primeros años de la infancia, y me atrevo a decir que también se vincula a la herida de nuestro proyecto sentido.

En medio del rechazo a su hijo, Filira le pide a los dioses que la transformen en otra cosa para no tener que amamantarlo. Se dice que la convirtieron en un tilo, y que por eso el árbol tiene esas propiedades sanadoras.

Así es que Quirón siente la herida del abandono por su padre, que desconoce, y por el rechazo de su madre. Ambos temas son relevantes para las personas con un Quirón fuerte en la carta natal. Pero falta una tercera herida, que podemos considerar como el trasfondo de la del abandono y la del rechazo: el miedo a la soledad, al vacío.

Quirón fue criado por Apolo y otros dioses, que le enseñaron todas las artes, incluyendo astrología y medicina. Él entrenó a héroes como Heracles y Aquiles.

Su herida se debe a Hércules, que, siguiendo el camino del héroe, venía de finalizar sus doce tareas. Una de ellas incluía matar a la Hidra, un monstruo acuático del inframundo, que tenía forma de serpiente y muchas cabezas. Hércules la mató con sus flechas y éstas flechas estaban aún impregnadas de la sangre del monstruo, que estaba envenenada.

Como venía de terminar sus doce trabajos, una de las historias cuenta que se puso a celebrar tirando flechas al aire…y una de estas flechas se clavó en una pierna de Quirón. Ese veneno mataría a cualquier mortal, pero como Quirón era un semidios, únicamente le provocaba tremendo dolor.

Es gracias a esa herida que él, ya siendo el mejor sanador, se perfecciona en busca de su bálsamo, antídoto o cura, para aliviar el dolor. Sin embargo, conviviría con ese dolor y el del abandono-rechazo de sus padres, toda su vida. Ambas heridas consideradas injustas, ya que él no tenía la culpa de haberlas creado.

Tiempo después, se encuentra con Prometeo, que había robado el fuego de los dioses y Zeus lo había castigado amarrándolo a una piedra, mientras día tras día venía un águila a comerle el hígado, que cada noche se regeneraba. Era un castigo infinito, que sólo podía ser liberado si algún ser inmortal se ponía en su lugar.

Y así lo hizo Quirón: para terminar con el sufrimiento de ambos, tomó el lugar de Prometeo y murió al primer ataque del águila. Zeus, compadeciéndose, en lugar de enviarlo al Hades -que era el lugar predestinado para quien tomara el lugar de Prometeo- lo eleva al cielo y Quirón se convierte en la constelación del Centauro.

La herida de Quirón no se “sana”, se sublima o trasciende. En realidad, es una herida del ego, no del alma.

Considerar la dualidad de Quirón como centauro -dios con forma humana y animal, racional e instintivo- es también un asunto importante. Su lado animal e instintivo le daba mucha sabiduría y conexión con la naturaleza, y su lado humano le permitía convertirse en un chamán: el que sana porque se sana a sí mismo.

Sanar no necesariamente implica que la herida desaparece, sino que tenemos otro punto de vista, una nueva perspectiva sobre el dolor cuando tomamos consciencia de él. A veces sanar es sencillamente hacer consciente lo inconsciente, para que ese contenido deje de “manejar” nuestra vida.

Con la herida quironiana, cuanto más trato de sanar, más me duele. Aceptar, ver, reconocer la herida y el dolor que conlleva, animarse a sentir…eso es comenzar a trascenderla. Porque con Quirón en sí, pareciera que la tarea no se trata de sanar completamente, ya que no será posible. Es necesario tomar consciencia de la propia herida, dejar de negarla, sacarla de debajo de la alfombra.

La primera herida, y fundamental, se da al encarnar en este plano: venimos de un estado neptuniano, de unión con el todo, con la Fuente, y de repente nos encontramos solos e independientes en la tercera dimensión, separados del Todo. Entonces esta herida es la del cambio de estado, de la encarnación en la materia y la separación.

Es alrededor de Quirón y de esta herida, que vamos, astrológicamente, creando nuestra identidad.

A Quirón lo recubre Plutón, y éste es la primera capa del ego que nos defiende de acercarnos demasiado a la herida quironiana. Plutón es la fuerza vital, el instinto de supervivencia, el cerebro primitivo que está a la defensiva y nos protege todo el tiempo de lo que amenace nuestra vida. Es todo lo que hacemos cuando somos bebés para llamar la atención de nuestros padres, como llorar, porque necesitamos dejar de sentirnos separados de la Fuente y de nuestra madre -lo que sucede alrededor de los 8 meses de vida-.

Los caprichos y berrinches de la infancia son meramente plutonianos: siento ira, odio, rabia, resentimiento y me resisto a experimentar cualquier dolor, pero necesito expresarlo. Me siento frustrado.

No es el enojo marciano de la defensa ante el ataque ni del ataque para conseguir algo, sino que tengo un sistema de protección que no me deja vincularme con el dolor porque mi ego cree que es tan fuerte que no podría tolerarlo y sobrevivir.

La segunda capa del ego es la lunar.

La capa lunar nos protege de la herida de Quirón y del sufrimiento plutoniano de la separación y el peligro. La Luna nutre, contiene y apega, representando la seguridad a través de lo lindo, lo agradable. Es cómoda, y termina disfrazando el dolor. Si cumplís lo que pide la Luna, ella te protege del vacío y del riesgo de sufrir y sentir dolor. Entonces, lo que la Luna genera es una falsa sensación de seguridad.

¿Qué hago cuando activo la Luna? Calmo al niñe interior y evado el problema o lo que me está pretendiendo tocar las heridas. La Luna y Plutón desvían la atención del dolor porque son capas protectoras de Quirón. Por eso, mucha gente no puede reconocer o identificar al propio Quirón.

La tercera capa de protección del ego es Saturno, que es como el sistema inmunológico de Quirón. Nos protege de sentirnos vulnerables, de sentirnos menos que los demás y/o rechazados por el contexto social.

Por ejemplo: si no cumplimos con lo que mamá y papá quieren, se enojan y me dejan de querer, lo que me va a traer dolor. Entonces, si me comporto y estructuro como mamá y papá quieren, me van a querar y aceptar, y luego querré ser aceptado por mi medio circundante y por la sociedad. Rechazo y reprimo comportamientos naturales para responder de manera saturnina, lo que se convierte en una máscara para no mostrar emociones.

Todo termina llegando a las raíces: el miedo al rechazo, al vacío y a la soledad. ¡A aquello de donde venimos, al fin y al cabo!

Lo que duele es la dualidad. Quirón es un dolor que no queremos mirar. No se sana, se vuelve una fortaleza, se aprende a convivir con el dolor, lo que puedo hacer realmente es desinflamar la herida para poder sentirla de verdad.

Hay que atravesar las capas y llegar a Quirón, sentirlo, tocar el vacío.

“El vacío es el final, el vacío es el principio”.

Quirón propone que hay que entregarse a ese dolor, soltar el control, permitirse morir ahí y ya no hacer nada. Ahí se llega al portal quironiano: lo personal se une a lo transpersonal, a lo colectivo. Al poder permitirme ese paso, me siento unida a algo mayor, dejo de sentirme en soledad y aislada, vacía. Me conecto con Neptuno.

Sostenemos el control y evitamos conectar con la herida porque el ego cree que si se entrega, se muere. Entonces las tres capas -Plutón, la Luna y Saturno- nos protegen, garantizan nuestra supervivencia. Sostienen la separación porque es lo conocido y seguro. Pero vamos notando que, en el proceso de búsqueda de sanación, cuanto más nos queremos proteger, más dolor sentimos. Y cuanto más tratamos de sanar nuestra herida, más la perpetuamos. Hay que entregarse y abrazar el dolor, dejar de negarlo, verlo, reconocerlo, hacerlo parte, para que desaparezca o experimentemos la sensación de bálsamo.

Nuestro dolor primario y colectivo es el de la pérdida de contacto con nuestra propia esencia y la Fuente del todo.

Se puede deducir entonces que Quirón tiene asignado el papel de instruir, enseñar, hacer madurar a la persona; la posición de Quirón nos proporciona información acerca de las experiencias vitales que necesitamos para nuestra evolución. En la medida que somos conscientes de la lección implícita en cada experiencia, el sufrimiento que ésta nos produce se transforma en la llave que nos permitirá acceder a un nivel más alto de madurez.

Para la persona que no quiere ser consciente de sus heridas, Quirón actuará como un planeta inductor de experiencias dolorosas que se irán repitiendo una y otra vez hasta que entienda su significado y lo asuma. Quirón fue abandonado a su suerte, y lo que podía convertirse en una tragedia, cambio de signo al ser protegido por los dioses que le transmitieron la sabiduría que, más tarde, le permitió convertirse en un gran maestro.

Aquí se ve la indicación clara de que todo individuo que entra en el camino iniciático, tiene que pasar por una fase de abandono de todo lo que posee y quiere. Puede ser incluso apartado de los suyos, como si, de repente, se hubiese transformado en un monstruo: el que trasciende una parte de sí mismo provoca miedos a su alrededor, aislándose del “rebaño”.

La conclusión astrológica de estos acontecimientos es que Quirón nos enfrenta con pruebas, pero en cambio nos asegura protección y ayuda para superarlas.

Astrológicamente, Quirón muestra la forma que el dolor tomó en nuestra carta natal: la energía del signo nos duele, y en la casa, en ese área, siento dolor.

Los aspectos me dicen que los contactos de esos planetas con Quirón también tienen una herida quironiana. La experimentamos en los primeros años de vida pero vamos repitiéndola o sintiendo ecos de ella a medida que crecemos.

Esto es porque la vida quiere que nos conectemos con nuestra vulnerabilidad, con el dolor, con la impotencia, con el vacío.

Atravesando la capa quironiana, llegamos a Neptuno: a sentir y reconocer el amor universal e incondicional del que somos parte. Cuando “vuelvo”; lo hago sintiendo compasión por los demás y por el todo.

Quirón se asocia a la sensación de estar fallado, roto, de no poder brillar o de no haber sido nutrido, entonces no me sé nutrir.

La casa que ocupe puede señalar dónde nos han herido o dañado de alguna manera, y sin embargo, gracias a esa experiencia, hemos ganado una especie de sensibilidad y de conocimiento de nosotros mismos que nos permite entender y ayudar mejor a otras personas.

Ahí es cuando la medicina de Quirón se convierte en nuestra propia medicina.

En general, huímos de Quirón y de la casa donde está porque es un área que duele. Rechazamos la casa y la energía del signo. Lo sobrecompensamos olvidándonos del aspecto que lo toca y al exagerar ese dolor -no necesariamente significa sentirlo- hacemos la exageración polar del planeta aspectado. Así también nos desconectamos de lo que duele, la victimización es regodearse en el dolor pero de evitar el verdadero contacto, de sentirlo.

Quirón es el sentido de la encarnación.

Posición de Quirón

Donde está Quirón está el mayor recurso, el mayor potencial. Más te conectás con el dolor de no existir en el plano de antes de la encarnación, más te sentís vivo, más abrís el corazón a mostrarte. Quirón se vuelve el centro de nuestra vida porque nuestro ego se desarrolla alrededor de él para evitar el contacto con nuestras heridas. Es de donde todo surge, somos quienes somos gracias a nuestro Quirón. Son los talentos que tenemos para sanar a otros. Nos indica cómo y dónde potenciar la expresión individual, enseñarles a nutrirse a sí mismos a los demás. Pero el talento se activa cuando me animo a acercarme al dolor.

“Creemos que el dolor nos va a matar y tenemos terror de la muerte. ¿Por qué tengo que sentir esta herida que no me corresponde? El permiso para morir forma parte del mito de Quirón. En el relato de su vida, no solo se presenta la aceptación de la muerte, sino su elección. La muerte aparece como natural desenlace que otorga sentido a la experiencia de la herida incurable. No se trata del suicidio. No alude a un acto desesperado ante la angustia de vivir, ni a escapar del desafio vital ante el miedo al futuro. La aceptación de la muerte implica reconocerla como parte de la experiencia de la vida, como un tesoro que se abre a la conciencia, que invita a disolver el dramatismo de la supervivencia “sea como sea” y a no temer a lo que será. Una vez atravesada la dimensión de la herida, con su dolor y con sus dones, el abrazo de la muerte como un acto vital y pleno de sentido. La conciencia de la muerte, la emergencia de un nuevo significado que la libere de ser una sombría amenaza o una absurda fatalidad, es un tema que cobra cada vez más vigencia en nuestra cultura.”

Ahora llegamos a la parte más importante al respecto de Quirón:

El sentido más profundo de la herida quironiana es llevarnos a conectar con el dolor para darnos cuenta que en realidad no estamos separados ni solos. Él marca la pauta de nuestras funciones lunares, plutonianas y saturninas. Esta herida es la base del camino de nuestra vida, de este viaje. Desde esa base ilusoria surge el ego, que necesitamos para sobrevivir en la Tierra…pero a quien le terminamos cediendo todo el control.

La herida que representa Quirón en cuanto a casa, signo y aspectos, y que no se puede sanar, en realidad es una ilusión.

Aquello que más nos duele, no existe.

Otra cosa importante es no intelectualizar la herida: eso sólo seguirá perpetuándola porque será usada como vía de escape.

Quirón en aspectos

En aspecto al Sol:

La herida está en el sentido de la propia individualidad, el sentido de quien se es, de la propia esencia. Está vinculada al niño interior, a lo lúdico, a la propia validez e importancia. Está relacionada con la aprobación y afecto de la figura paterna o vivida como autoridad. Su medicina es ayudar a los demás a descubrir la propia esencia y creatividad.

En aspecto a la Luna:

La herida se encuentra en el principio nutricio, de seguridad, alimento y protección, en el vínculo con mamá o la persona que ocupó ese rol. El arquetipo de la madre, de lo nutricio, está herido. Su medicina está en su capacidad de ayudar a otros al respecto de heridas nutricias y de abandono, pueden convertirse en muy buenos terapeutas. Son figuras tremendamente contenedoras.

En aspecto a Mercurio:

La herida está relacionada a la propia expresión, inteligencia y comunicación. Se sienten inferiores intelectualmente.

Su medicina se vincula a habilidades de comunicación y expresión emocional, la de sanar mediante la palabra.

En aspecto a Venus:

La herida se relaciona a la sensación de amor propio y valoración, que se conecta también a sus vínculos, relaciones, capacidad de atraer y crear armonía, al igual que la capacidad de disfrute y creatividad.

Su medicina está en su capacidad de convertirse en sanadores de autoestimas heridas, promoviendo sentido de valoración y seguridad personal.

En aspecto a Marte:

La herida se relaciona a la capacidad de salir al mundo a moverse por lo que interesa, a defenderse, a luchar por los propios objetivos y a sentirse fuerte y poderoso. También al respecto de sentir ira, rabia y dolor. Sienten que no pueden lograr lo que se proponen y se frustran. Su medicina está en ayudar a los demás para que canalicen su ira de manera sana, para despertarles lo que tienen que expresar y ayudar a sanar heridas relacionadas a poner límites, saber decir que no, defenderse.

En aspecto a Júpiter:

La herida se relaciona a la capacidad de sentir fe, confianza y optimismo, así también como la capacidad de expandirse, aventurarse y crecer. Se convierten en escapistas del dolor. Su medicina está en encontrar un profundo sentido espiritual en cada experiencia y dolor. Se vuelven maestros y guías que enseñan a otros a conectar con el propio dolor y reconocer la infinita verdad dentro de él.

En aspecto a Saturno:

La herida se relaciona a la sensación de no ser capaces de sostenernos solos en el mundo, de no ser apreciados por los demás, rechazados. Los límites, la madurez, la responsabilidad…son temas relevantes para ellos.

Su medicina está en descubrir que la verdadera autoestima no se relaciona con títulos, logros, status o trabajo, y compartirla humildemente como maestro.

En aspecto a Urano:

La herida se relaciona a la originalidad, el sentido de pertenencia y lo que nos hace especiales o diferentes.

Su medicina está en la capacidad para conectarse con grupos discriminados o marginados, en tratar de crear un mundo mejor más igualitario, libre y fraternal.

En aspecto a Neptuno:

La herida se relaciona a la conexión con el mundo invisible, espiritual, mágico y creativo. Se vincula a la desilusión y a percibir todo el dolor del mundo.

Su medicina está en su capacidad para conectar con el amor infinito, la compasión y el sentido de ilusión de la herida. Nunca hemos estado realmente desconectados de ese amor.

En aspecto a Plutón:

La herida se relaciona a experiencias de violencia, profundo dolor, abuso y agresión. Miedos, impotencia y falta de control. Necesidades compulsivas y apegos fuertes. Su medicina está en su poderosa intuición para percibir lo oculto, la sombra, el lado “malo” o perverso de los demás. También en la enorme cantidad de energía de transformación y regeneración personal, y para apoyar a otros a evolucionar y transformarse mientras se desintoxican purgando lo que los frena y bloquea.

“La cualidad de Quirón se vincula con la dinámica entre el dolor y el sentido existencial. Pero esa dinámica tiene como primera estación el trauma de la herida. Se trata de la vivencia de un dolor sin resolución. No se presenta como un problema que necesita ser resuelto, sino como una condición que se impone a nuestra vida de un modo imprevisible e irreversible. Exige aceptar la vida con la compañía de ese trauma y plantea el desafío de cómo seguir adelante.

En verdad, Quirón es la conciencia de una falta constitutiva. Una carencia de cuna. Más allá del hecho externo, refiere a una intimidad con el dolor. Además de estar vinculado con marcas objetivas -físicas, psíquicas, emocionales-, la cualidad quironiana tiene que ver con habitar el alma del dolor. La búsqueda de explicaciones que calmen la angustia personal, la necesidad de encontrar una razón para el trance fatal, torna inhabitable la vivencia de la herida.

La imposibilidad de encauzar esa vivencia de un modo congruente con los planes personales, la sensación de estar obligados a sostener una situación gratuita, injusta y sin sentido alguno, es la condición para que se abra el otro carácter de la cualidad de Quirón: una percepción trascendente del dolor natural. En el plano personal, el estigma quironiano siempre va a estar asociado con haber perdido la atención de los padres, sufrir su rechazo, abandono o indiferencia, o de haber caído en desgracia, de no contar con el favor de la vida.

Es un estado de pérdida de gracia al que, a priori, hubiéramos afirmado que no es posible sobrevivir y al que, sin embargo, la experiencia corrobora que sí se sobrevive. Esa fuerza, que mantiene la vida aun luego de haber atravesado el espanto, responde a un orden tan inimaginable como lo había sido el trauma. Y es por eso por lo que la dirección y la gracia que emergen del dolor inexplicable provienen de la dimensión transpersonal y solo pueden ser reconocidas por una conciencia sensible a su manifestación.

El hecho de quedar vivos luego del golpe es un testimonio de que seguimos puestos en una dirección, de que una voluntad de sentido sigue operando en nuestra existencia; y el hecho de no poder entenderlo ni explicarlo es evidencia de que esa fuerza y esa persistencia no es obra de nuestro propósito ni un logro personal. Lo que nos mantiene en pie es fruto del mismo misterio del que brotó la pesadilla.

Quizás el rasgo más oscuro de la herida quironiana es su carácter desconcertante. Además de tratarse de un dolor que no sabíamos que existiera, es desencadenado desde el núcleo de pertenencia que creíamos más seguro e incondicional. No solo ocurre lo que no sabíamos que pudiera ocurrir ( o, al menos, no deseábamos que ocurriera), sino que sucede en el espacio más íntimo, vulnerable y, por eso, resguardado.

El trauma de Quirón expone nuestra intimidad y muchas veces tiene como protagonistas y ejecutores a aquellas personas en las que confiábamos. Un dolor provocado por aquellos que creíamos protectores. Y el desconcierto es mayor aún cuando el perjuicio, antes que no intencional o gratuito, es deliberado. Ante la sorpresa del hecho doloroso inesperado y propiciado por quienes no imaginábamos, lo que surge no es el reproche, ni el sentimiento de defraudación o de traición, sino la suspensión de toda capacidad de respuesta, el estupor y una fría soledad.

Antes que una reacción desesperada, el trance quironiano promueve una quietud, una conciencia de lo irremediable y un vacío de toda certidumbre acerca de cómo se sigue. Promueve la vergüenza y el ocultamiento, el convencimiento de que “hay algo malo en mí”, la retracción y la sensación de ser ajeno a todo, la convicción de no contar con nadie ni para nadie.

Desde este sentimiento de desolación comienzan a gestarse mecanismos de supervivencia o de sobreadaptación. La conveniencia de preservarse, de disimular un defecto o de que no se note una imperfección. El hábito inconsciente de la comparación lleva a la creencia de que el golpe es patrimonio exclusivo de nuestra vida, de que se ha malogrado en nuestra existencia la felicidad que sí disfrutan todos los demás. La experiencia generadora del trauma queda, entonces, encapsulada, bloqueada en nuestra memoria, o bien reprimida o negada. O expuesta silenciosa y amargamente, como una discapacidad que se pena y que impide vivir “como vive el resto del mundo”. Convencidos de haber sido tocados por la desgracia, ya no podemos aspirar a la dicha de una existencia plena.

Es desde aquí de donde emerge la gracia de Quirón.”

Alejandro Lodi, “Quirón y el don de la herida”.

“Con frecuencia, la casa donde está emplazado Quirón representa un dominio de la vida que inicialmente está bloqueado o herido, o que funciona “mal”, aunque también puede expresar dónde tenemos que hacer una aportación única e individual. La casa donde está emplazado Quirón es la casa quironiana, la cueva donde habita. El dolor y la frustración que experimentamos aquí pueden obligarnos a que nos adentremos en nosotros mismos y a empezar así nuestro viaje interior de sanación, que a menudo queda descrito por el signo que ocupa Quirón.

También los planetas que están en aspecto con él nos dicen algo sobre el tipo de terreno que quizá tengamos que atravesar, los amigos o enemigos que encontraremos y los monstruos a quienes tal vez necesitemos ayudar o vencer, o por quienes debamos ser devorados, y que son como los diversos héroes confiados a la tutela de Quirón, que se apartan de lo quironiano para hacer su propio viaje, simbolizando así los dotes y las potencialidades que podríamos expresar.

Quirón estimula este proceso de iniciación y nos conduce hacia un nuevo comienzo, un renacimiento psicológico. Nos desmantela la conciencia, nos desafía a transformar nuestros conceptos de la realidad y quizás hasta nos imponga intensas experiencias transpersonales. Si no podemos entregarnos y aceptarlo gentilmente, es probable que nos espere una vida de infructuosas pugnas, como las de Quirón en el mito, empeñados eternamente en sanar nuestras heridas, para sucumbir quizás a una enfermedad grave o a la locura.

La invitación a nuestro viaje interior puede llegarnos por la vía de una enfermedad, de una crisis, de encuentros fortuitos o de otros fenómenos sincrónicos: Quirón nos sigue en nuestro camino, ofreciéndonos la oportunidad de digerir y procesar tanto la experiencia de nuestro propio sufrimiento como la expansión de la conciencia que puede acompañarlo.

Es decir que las características astrológicas que rodean a Quirón en la carta natal representan nuestra vía natural para restablecer el contacto con las dimensiones numinosas de la vida, además de una oportunidad para volver a acoger compasivamente nuestro propio y desatendido sufrimiento. Tal vez Quirón esté anunciando el amanecer de una nueva clase de conciencia, como he procurado describirlo antes: una conciencia que sea capaz de abarcar el dualismo y el pragmatismo que son nuestra herencia de occidentales, y también de expandirse hacia una cosmología que vaya más allá de ella misma, incluyéndola e impregnándola. Yo la llamaría una «conciencia bioespiritual», ni exclusivamente material/psicológica ni exclusivamente religiosa/espiritual, sino ambas cosas. La conciencia quironiana no intenta elevarse por encima de la vida humana ni trascenderla, sino más bien abrazarla, reconociendo simultáneamente la inmanencia divina y la realidad de lo incognoscible que hay más allá de las formas que los sentidos perciben y que la mente imagina”.

Melanie Reinhart, “Significado y simbolismo de Quirón.”

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