Siento que soy una tormenta eléctrica.
El mar retirándose a punto de volver con más fuerza.
La ola que al retornar lo inunda todo.
Soy una con las flores, plantas y árboles, con el mar, los animales, la naturaleza.
Soy el alimento que me ofrece la tierra. Ese olor a ozono cuando recién comienza a llover, las gotas frías en la cara y en la hierba, los truenos que hacen temblar nuestras bases. El viento, el viento fresco que te cierra los ojos, el que despeina y divierte, el que arremolina las hojas y las hace danzar.
Soy esa energía que se recuerda cuando se rodea del resto de los reinos.
No puedo trabajar, me cuesta escribir lo que es del hemisferio izquierdo. No tengo foco para otra cosa que no sea mi vida personal. Mis ritmos, mis ciclos internos, mi casa y todo lo que la habita, me pide atención. No me cuesta dársela, pero me es incómodo no ser una adicta al trabajo, no trabajar todo el día para evadir.
Me doy cuenta que el cuerpo y el alma me piden otra forma de llevar adelante el trabajo, dejando de hacerlo racional, lógica e intelectualmente, incluso cuando enseño. No es dejar de trabajar, es transmutar la forma. Transformar.
En el encuentro con mi casa, la naturaleza y ese otro yo con quien convivo, siento que soy lo que he venido a ser, y es por eso que la energía de la tormenta me es necesaria: necesito arrasar, destruir, revolcarme en el barro para salir nueva, renacida, transparente.
Mis momentos nutricios ya no pueden seguir siendo volátiles y efímeros. Ya no pueden ser sólo momentos y la nutrición no es sólo el alimento.
Aunque sembrar previo a la Luna nueva se siente fuerte: comeré aquello que he cuidado, que he nutrido, para que me nutra a mí.
Necesito cerrar la etapa de una tal Alejandra, para que la que surge desde adentro pueda romper la armadura y salir del cascarón.
En el abrazo del romero, de las caléndulas, las rosas y el lino floreciendo, la belleza de la pasionaria y la paz de los árboles, me siento en casa.
De allí nace todo lo que luego podré dar, pero mientras tanto tengo que ocuparme de la energía que conlleva el proceso de florecer.
Mientras se ordenan mis caminos interiores, qué lindo es pasar el día culo pa’rriba entre las plantas.