Según mi mecanismo lunar, voy a lo profundo como una obsesión por obtener respuestas que no están en el plano concreto. Intento comprenderlo todo, racionalizarlo todo. Leo, estudio, investigo en una eterna búsqueda, saco conclusiones para entender y en eso aprendo que cada situación trae un aprendizaje.
Cuando me hago consciente de todo esto, surge el don lunar. Y me rindo. Entrego mi libre albedrío a mi Yo Superior. Le digo que estoy dispuesta a todo en pos de la evolución planetaria, incluso a atravesar los miedos y dolores más oscuros.
Dejo de leer, de buscar, de ir al fondo de cada abismo, pregunta existencial y cuestionamiento. Me digo que nada de lo que creo es verdad y que todo al mismo tiempo, lo es. Que no sé nada y lo sé todo. Me animo a ver que quizás nunca, ni después de la muerte física, pueda responderme mis preguntas más cósmicas o existenciales. Lo más terrible para mí es no saber qué hay en los rincones más recónditos y desconocidos del multiverso en el que creo. Qué es lo que lo organiza todo, qué hay detrás del telón de esta ilusión que llamamos realidad, cuál o cuáles son las verdades que rigen el Universo. Y me digo que quizás todo lo que creo ni existe o no es así. Me desafío a la ruptura. Me silencio.
Entonces me dice -quién sabe quién- que no será necesario atravesar el dolor cuando simplemente ya renunciaste al control de evitarlo. Que por el hecho de rendirte ante la sabiduría del universo, estás siendo guiadx por el camino correcto. Siempre es el camino correcto.
La realidad tiene mil formas y tenemos miedo porque intuímos que acá no se termina la crisis, sino que estamos yendo hacia el abismo que asusta al ego porque es desconocido y aterra, como perder el control. Este proceso es para dejar un planeta mejor de lo que estaba cuando llegamos. Para poder estar bien necesitamos atravesar esto.
Mi Luna, mi esencia, no sabe mentir.
No te voy a decir que mañana va a estar todo bien. Pero sí te puedo decir que si te rendís, si soltás el control, fluís mejor con la locura que es la vida estos años. Que, al final de todo, la Luna en Sagitario sabe que siempre volvemos a salir. Aunque cueste mil procesos de transformación en el camino.