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Atreverse.

A veces sólo nos queda dar un salto.

Soltar el control, animarnos, perder los miedos o ser la que los amenaza.

Si el estado deseado no es presente, entonces hay que atreverse a cambiar, a mutar, a transformarse.

A salir de la comodidad, dejar lo estático, permitir el movimiento.

Bailar con la vida en lugar de agarrarnos a las piñas.

Devolver los rencores heredados.

Perdonar porque al final sólo necesitamos perdonarnos a nosotras, cualquier rencor nos puede enfermar.

A veces es cuestión de dejar de darle la vuelta mental a las cosas, de quitarle el mando al ego, de permitirnos la humildad de equivocarnos.

De dejar de hinchar con el orgullo, de encontrar la medicina en esa frase que siempre odié, sobre poner la otra mejilla.

Porque la guerra agota y al ofrecer tu otra mejilla, el azote nunca llega. Porque se disolvió al rendirte, con tu actitud de entrega.

Y sí, es sólo una cuestión de actitud, de perspectiva.

¿Con qué querés seguir en guerra, haciendo fuerza? ¿Para qué?

La necesidad de cambiar nace de la búsqueda de paz.

Y la paz se despliega en la aceptación.

Una aceptación que nos llega cuando conectamos con la Divinidad interior.

Crear el presente que soñás está ahí, al alcance de tu atrevimiento.

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