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2022

El 2022 es el año más crítico de el período 2020-2024, así que no es raro si estuviste deprimida, hundida, angustiada, limitada, y sentiste que moriste al caer profundo, muy profundo dentro tuyo, de tus patrones de conducta y de tus costumbres.

Porque, justamente, romper las costumbres -que ni siquiera cuestionábamos- y animarnos a mutar, transformarnos y renacer es lo que nos permitirá evolucionar como individuos y como humanidad de ahora en más.

Todo esto pide un cambio de consciencia, de perspectivas, porque se requiere acuerpar la experiencia, habitarla, permitirse ser atravesada por ella y no sólo aprenderla desde la lógica o el conocimiento; es un proceso largo pero que en instancias como las temporadas de eclipses se acelera un montón -se nos pide siempre soltar el ego y seguir al alma- y además es un camino muy lento, paso a paso, de desprogramación.

Dejamos de ser quienes somos para poder expresar nuestra esencia divina en la Tierra.

Y no, no es imposible ni es la iluminación de Buda necesariamente, pero sí es un viaje de compromiso con la vida y con una misma, con la evolución y la salud del mundo.

Tampoco es “ser tu mejor versión”, porque ya a esta altura se ha dicho tanto que ya ni sabemos lo que significa. Eso es lo que pasa cuando repetimos palabras sin entender su importancia, cuando hacemos de lo sagrado -como lo es el lenguaje- algo banal y para el like.

Quizás un poco se trate de bajar el ritmo, de ir lento y agradeciendo cada paso dado, de respirar y caminar el sendero indicado por las señales. De disfrutarlo.

Pero para poder entrar en el sendero, necesitamos entregarnos y confiar.

Y para entregarnos y confiar, primero necesitamos sentir que valemos, que somos dignas de amor, de hermosas experiencias, de crecimiento, compañía, familia o lo que sea que estés buscando.

Y para mí, somos dignas de amor porque existimos. Aunque abrazarnos nos lleve toda la vida.

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