¡Este sitio está experimentando algunos cambios este mes! Algunas funciones pueden estar deshabilitadas.

Gracias por su comprensión :)

Machu Picchu

Una mañana de marzo o abril 2018 estaba desayunando y, por esas cosas de mi mente que nunca entenderé, una de mis primas apareció en mi mente, junto a la idea de viajar a Machu Picchu en el 2019. No recuerdo bien cómo fue la conexión en mi mente, sólo sé que le envié inmediatamente un mensaje de voz a mi prima, contándole eso y preguntándole qué le parecía la idea: me dijo que estaba pensando ir pero en ese mismo año.

Lo siguiente que recuerdo fue la combinación para comprar pasajes, entradas, boletos de tren, hospedajes.

Llegamos a Cusco una tarde de agosto y a la noche yo ya estaba sufriendo, gracias a la gran altitud, del llamado “soroche”: es un malestar que usualmente se combate con té de coca y muña, mascando hojas de coca y con las famosas “Sorojchi pills” que venden en cualquier farmacia. Ocasiona mareos, congestión, cansancio, por la falta de oxígeno o, mejor dicho, porque simplemente no estamos acostumbrados a experimentar tremenda altitud (hay zonas aledañas a Cusco que llegan a los 5000 mts sobre el nivel del mar). 

Pero yo estaba yendo a Perú a sanar, así que sabía que cualquier malestar era cuestión de tiempo, que tenía que liberar mucho contenido reprimido.

El 27 de julio previo fue el último eclipse en Acuario, de la serie Leo-Acuario que comenzó en agosto de 2016, dos años antes, y ocurrió sobre mi Sol, que se encuentra en la casa del pasado: ese día estaba en Argentina visitando a mi familia y comencé a menstruar de manera tan pero tan intensa y dolorosa, que me hizo consciente de todo lo que tenía que liberar en relación a mi pasado. Y así me fui a Perú y comencé con el malestar.

Los tres primeros días fueron los más difíciles (porque me negué a tomar las pastillas específicas) entonces el proceso fue bastante complicado. Sin embargo, conforme pasaban los días, yo iba liberando mucho…hasta que una mañana vomité (soy muy de exorcizarme vomitando) y ahí inmediatamente comenzó a reinstaurarse el bienestar.

En Cusco hicimos un tour muy interesante, recorriendo construcciones y templos incas, donde fuimos aprendiendo sobre la historia y las creencias del pueblo. Días después hicimos un tour por Valle Sagrado, incluyendo la belleza de Pisac, y luego partimos hacia Ollantaytambo, donde visitamos sus ruinas que nos regalaron un hermoso arcoiris doble.

Al día siguiente, por fin lo esperado: el tren hacia Aguas Calientes. Ya a mitad del recorrido, o un poco antes, comencé a observar cómo cambiaba el entorno: plantas tropicales, animales diferentes, aire distinto. Estábamos ingresando a la zona de ceja de selva y mi cuerpo comenzó a sentirse aún más aliviado. Personalmente no sólo me afecta la altura, sino el clima frío y seco, me siento mucho mejor en la humedad cálida, así que ya estaba hasta cambiando de ánimo.

Cuando llegamos a Aguas Calientes atravesamos el mercado de artesanos (no sabés para dónde mirar de tantas cosas hermosas) y llegamos luego de un pequeño recorrido, al hotel. No me sale explicar con palabras lo que se siente en Machu Picchu Pueblo, también llamado Aguas Calientes: es un pequeño paraíso rodeado de montañas en el que no podés más que sentirte protegida por ellas. 

Por el medio de la ciudad pasa el río Aguas Calientes que te adormece con sus sonidos al bajar en pequeñas cascadas, y todo queda cerca. La plaza Manco Capac está rodeada de bares, restaurantes y, por supuesto, de montañas. Es lo que más me maravilló de todo el viaje, porque adonde sea que mirara, tenía a alguna enfrente, cuidándonos. Los Apus son los llamados Espíritus de las Montañas, que protegen a los pueblos andinos.

A la mañana siguiente, fuimos (por fin!) al lugar que nos incitó a realizar el viaje: la ciudadela inca de Machu Picchu.

El viaje en ómnibus es increíble, sobretodo si vas de mañana, porque a medida que vas subiendo, vas observando cómo las nubes van quedando debajo de tus pies. Y al llegar, apenas ingresás, caminás unos pasos y te encontrás con esa maravilla del mundo.

Hay un recorrido opcional que es el de hacer 2 kilómetros y medio en subida, hasta la Puerta del Sol, Inti Punku. Y ahí tuve no sólo muchas revelaciones, porque el camino se me hizo super arduo, sino también mucha fe. Pájaros que te guían (y que después salen en tus fotos mirando a la cámara), una gran variedad de orquídeas (unas de mis flores favoritas) y rincones llenos de musgo, escondidos en la piedra, que sirven de reposo para el caminante. Hay trechos en los que vas solo, sin nadie más ni por delante ni por detrás, ¿cómo no conectar con toda esa magia, que está ahí disponible para vos?

La ciudadela es inexplicable, pero te tenés que armar de paciencia: si realmente vas en búsqueda de un movimiento interno, espiritual, de conectar con la energía del lugar, tenés que entender que está lleno de gente sacando fotos, pidiéndote que te corras para obtener una mejor toma, etc…no todos viajamos de la misma manera y un poco difícil de comprender puede ser…

Pero lo importante es todo lo que se mueve internamente al entrar en contacto con tremendas energías. Al volver estuve un mes y medio congestionada, no paraba de sonarme la nariz continuamente, así que la limpieza es muy grande porque conectamos con energías sutiles que trabajan a fondo permitiéndonos limpiar y purificar para hacer lugar, para remover miedos e inseguridades, pero sobretodo resistencias.

Al día siguiente había eclipse de Sol, que de todos modos no se veía desde allá, pero aprovechamos para absorber esas energías en las termas del pueblo. Y aquí es donde la magia sucede: las energías de Machu Picchu comienzan a asentarse y el agua termal ayuda a limpiar toxinas de todo tipo, emocionales incluso. Recuerdo que comenzó a tronar, poco a poco, y se largó una lluvia que se convirtió en una gran tormenta sobre nosotras, mientras los truenos hacían eco dentro de las montañas. Fue realmente una experiencia maravillosa.

El eclipse era ideal para abrir el corazón, de modo que eso hice, y ofrecí mi rendición a lo que “tiene que ser” antes de “lo que quiero que sea” y no en sentido sentimental, sino en mi total Ser. Me entregué a que toda mi vida sea como debe ser de la mejor manera para mi evolución, y no a lo que mi ego cree que es mejor. Y aún sigo aprendiendo.

A la vuelta a Cusco visitamos las Salineras de Maras, las terrazas de cultivos de Moray y Chinchero, donde nos enseñaron a teñir lanas con tinturas naturales. 

Muchas veces soñé con la ciudadela de Machu Picchu despierta, y logré manifestarme allí. Muchas veces, luego de volver, seguí soñando con ella pero dormida, en otro tipo de sueños, donde cada vez que me despertaba ansiaba volver. 

Y ya saben qué hice, ¿no? 

Decidí comenzar a armar grupos de viaje para volver y para guiar a otras mujeres a que se animen a atravesar sus procesos de limpieza y purificación en un lugar tan mágico como lo es Machu Picchu. Así que en agosto de este 2019 estaré volviendo con otras siete mujeres en comunión, para permitirnos aprender de los ciclos de vida-muerte-vida y de la naturaleza cíclica nuestra y del mundo.

Machu Picchu fue el principio de un cambio que decidí llevar hacia adelante, ya sin miedos. Y son bienvenidas a acompañarme cuando lo deseen.

PD: En Instagram siempre se enterarán de las fechas disponibles de los viajes.

Compartir en

Más para leer